Entre recetas y poesías: Luna, Antología del placer ll
Por María Acevedo
La noche de Johanna Goede. Bien puede denominarse así a esa en que la escritora convocó a un público, mayormente puertoplateño como ella, a la sala Aida Bonelly del Teatro Nacional Eduardo Brito, para presentarles su nueva producción editorial: Luna, Antología del Placer II, “libro de cocina, poemas, conjuros y otras cosas”, en un escenario que puso a prueba los cinco sentidos y despertó, desde añoranzas, diversas emociones.
Fue un acto diferente como el libro presentado en sociedad. En lugar de una mesa de honor, un pianista y su majestuoso instrumento dominaban el frente del salón para deleite de los invitados que fueron recibidos con interpretaciones alusivas de Puerto Plata brillantemente interpretadas por Héctor Zervigón, definido por la autora como un cubano-dominicano que también ha hecho de Puerto Plata su otro mundo.
Aún sin leerlo, Luna, Antología del Placer II, es un libro que conquista, que invita a tocar los alimentos y aderezos que sobre un fondo de madera ilustran su portada. Imposible no hojearlo tratando de descubrir cómo combina en sus páginas la poesía con la cocina, pero si se atina a leer algún poema o receta, se descubre un efecto embriagador que dificulta interrumpir la lectura.
Así, que tras una parada obligatoria en la mesa de exhibición y venta de la obra, en el salón se desarrolló un acto que conquistó a los invitados como el libro mismo por sus actores de lujo al igual que sus palabras: Chiqui Vicioso, poeta, dramaturga, ensayista, investigadora, pedagoga, socióloga, crítica de arte y calificada como “hermana” por la autora, fue la conductora que sumó con sus reseñas precisas y certeras del doctor Hugo Tolentino Dipp, quien hizo la introducción del acto y el prólogo del libro; de la embajadora de la cocina dominicana Esperanza Lithgow, quien habló sobre el arte de cocinar, y de la autora y su discurso de cierre.
¿Por qué Luna, Antología del placer?
Se pregunta Johanna Goede y su respuesta cuenta la historia del libro y también la suya, desde que en sus primeros años descubrió el mundo que se esconde en la cocina. Una historia que arrancó cuando, con cinco años de edad, hizo su primer bizcocho asistida por su madre, Jocy Galán, quien aunque prácticamente fue quien lo realizó, cuando lo terminaron exclamó: ¡Qué rico te quedó!... Ya eres una señorita grande!”.
“Mucho tiempo después de aquel primer asombro culinario resumí por primera vez mi larga experiencia en el mágico mundo de los sabores y los olores incitadores del exquisito sentido del gusto, al publicar en 1994 el primer tomo de esta antología, el Libro del Alamín, que en la cultura árabe es el arquitecto del universo, de la vida y del destino”, relata la escritora.
Alamín ya tiene 23 años y la autora, agradecida, celebra que nos haya privilegiado con el satélite planetario que define como el más hermoso de todas las galaxias: Luna, la diosa de las sociedades matriarcales, y le rinde honor con su nuevo libro.
Para la escritora un libro de recetas siempre será un cuaderno de pócimas, la mayor demostración de amor hacia el mundo, sentimiento-ruta más allá del tiempo y del espacio, que transmuta y circula, de generación en generación como secreto de familia y que reúne a los comensales alrededor de la cazuela humeante en espera de ser devorada con ansias, especial deleite y mayor fascinación.
Asimismo, entiende que cocinar es “algo así como alucinar, es adentrarse en la naturaleza, es curcutear sus encantos que nos abren las puertas y permiten entrar al enigmático espacio de sus sabores” y de inmediato subraya que “cocinar es amar, es darse a los demás... cocinar encierra, después del amor, el otro sentimiento más hermoso que puede poseer el ser humano: ¡Compartir!”.
El libro incluye recetas de bebidas, entremeses, ensaladas, platos vegetarianos como la Johanna, tartas, pastelones, quiches, arroces, pastas, frutos del mar, carnes, aves, potajes, caldos y postres.
De por qué esta autora amante de la cocina, comparte sus pócimas con la poesía, nos enteramos cuando dijo que la poesía es la otra cara de la Luna algo, según sus palabras, tan difícil de explicar como la cocina misma: “la poesía simplemente brota, llega, ella misma se escribe, se hace visible en el papel... ¡Es!”. Y a continuación, señala a Puerto Plata, su pueblo, como ese espacio que entre olas y montañas incita la inspiración.